Al menos aquí solo hace frío.
Mucho frío, sí.
Pero existe la posibilidad
de seguir vivos.
Hacemos fuego
calentamos algo de agua
y pasan las horas heladas.
Contamos historias
Y solo
Han muerto cinco.
Ya no nos persiguen.
Aunque nos cierren las puertas seguimos
Vivos.
Sabemos que hay gente al otro lado
del muro
que nos ha traído esperanza.
Contamos historias a los niños
Les decimos que existen ángeles,
Personas de mirada limpia
Y gran corazón
Que piensan en nosotros al dormir
Y, a veces
-aunque la mayor parte del tiempo no,
es verdad-
Eso es suficiente para seguir.
Nos morimos de frío,
Estábamos muertos de guerra.
Siempre batallando
Sin haber querido formar parte
Del combate.
No queremos entenderlo.
Queremos regresar.
Hacerlo bien.
Trabajar.
Y ser uno de esos ángeles,
De mirada limpia,
Que nos salvaron cada día
Solo pensando que allá, al otro lado
De la frontera
Seguía habiendo vida.
Mi hijo quiere ser médico.
Porque todos los días, Gonzalo
Viene, y le abraza para que entre en calor.
A pesar de los parásitos, la sarna y las infecciones.
Gonzalo, viene. Se quita la chaqueta, y le abraza tan fuerte que creo que es el amor lo que le mantiene con vida.
Mi hijo cree que la medicina es un abrazo.
Aquí no tenemos medicinas.
No suficientes.
Me basta con que mi hijo sepa
Que la esperanza
Será su salvavidas
Y que en Siria,
o en España,
Será el mejor médico
Que haya habido nunca.
Porque sobrevivirá.
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