Te conocí un abril, justo cuando más frío le dio por ser al invierno (no, la primavera aún no había llegado). Yo que me creía inmarcesible, comenzaba a perder las hojas, una a una, lenta y dolorosamente. Y con ellas, la paciencia. Entonces comenzaste a besar mis espinas y la primavera asomó con los primeros rayos de sol. Ahora hace un viento terrible, pero mi tronco es fuerte y tu aroma hace renacer mi única flor.
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