Un domingo interminable
que acaba en mis manos
por no encontrarte.
Un domingo lleno
de cine barato en un salón
que chirría las puertas por ti.
Un domingo
de esos que haces cruz
en el calendario por no pensarte,
de esos que no atiendo
a razones sin tu boca,
de esos en que lo único
que hubiera bastado para morir
sería perder el aliento,
porque el corazón se paró
la noche del sábado,
cuando caí de la bici frente a tu puerta y
el ron se me derramaba por las pupilas
mientras la lluvia desenredaba mi pelo.
De hecho, probablemente ya no tengo el corazón,
no lo sé, porque no lo siento,
pero vi a tu perro juguetear con él mientras me lamía las heridas
en las rodillas que me dejó
otra boca
por no hallarte.
Fotografía: Irving Penn.
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