Fue absurdo pretender amarnos.
Mi yo indomesticable.
Tu vida hecha por azar.
Nunca diste tu brazo a torcer.
Nunca nos quisimos de verdad.
Pretender cambiar
no es amar.
Mucho mejor:
dejar ir.
Dejar ser
de la forma
en que uno solo
quiera
ser.
Te engañé con un futuro
estable, con hijos.
Me engañaste diciendo
que no te de drogarías más.
Empecé sembrando en otro monte
porque tus flores no erguían ante el sol
que yo plantaba cada día.
¿Cómo puedo empezar a amar
si mis manos se mojan en otro mar?
Ya no sé pensar.
¿Qué pretendíamos queriéndonos?
Dime,
por qué quisimos tanto el mar
procediendo nosotros
de áridos montes.
Dime,
¿por qué añoramos
la sal de una lágrima?
No hay comentarios:
Publicar un comentario