Llámame por el nombre que tú quieras.
El que más te guste.
Quizá el que me hubieras puesto
si yo hubiera salido de tus entrañas.
Pero no dejes de llamarme.
Eso me hace recordar dos cosas:
que aún sigues aquí y que no has podido olvidarme.
Creo que el mayor miedo del ser humano,
más que la muerte, es el olvido.
Miedo a no ser recordado.
Miedo a no poder volver
a tejer el camino ya andado.
Parece que esta enfermedad
vaya a pasos agigantados.
O quizá sea que llevo muchos años
demasiado lejos
de mí misma.
Cada olvido es un puñal
de realidad
en el centro de este Universo
que un día creamos.
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