Claro que ya me había terminado el café. Pero reconocerlo hubiera hecho que aquella conversación terminase, quién sabe si para siempre. Y últimamente me había dado por aferrarme a los momentos. Volví a poner la taza en el plato correspondiente, y a sorbos bebí la mezcla fría desde hacía ya varias horas. Mereció la pena el mal trago.
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