Me he ido de tu vida sin querer hacerlo. Y ya van cinco días.
O quizá sean seis. No sé, lo mismo hace solo tres, pero parecen mil. Mi cabeza,
con buen juicio me dijo que me alejara, pero todas mis vísceras me llevan hacia
a ti, una a una. Si me dejase llevar, ya habría llegado nadando a tu mar. Y te
habría dicho una vez más que aquí estoy yo para sanarte si tú quieres que sea
yo quien cure poco a poco tus heridas. Pero es mi cabeza la que ha conducido en los últimos años a mi
cuerpo, así que permanezco amarrada a la piedras de la ciudad donde nací, como
si entre sus muros estuviera a salvo y me encuentro cansada de luchar
continuamente contra mí. Agotada, sin fuerzas para algo más que sobrevivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario