De eso que los domingos insípidos cambian de color, y se vuelven amarillos como el sol. O como el polen de la flor que no me regalaste porque sabías que a mí nunca me perteneció la vida de otro ser. Amarillo como mi tierra en verano, como la arena de la playa a la que iremos, o como tu pelo cuando le acaricia Lorenzo. Amarillo como mis ojos cuando te miro y salen chispitas, como los pájaros que revolotean mi cabeza cuando te acercas.
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