lunes, 10 de noviembre de 2014
De tacones y miradas y tu pecho como almohada.
Siempre odiaste mis tacones (demasiado incómodos para una auténtica amazona, decías) y odiabas también las largas tardes de espera para "pintarme una cara nueva", y me reprochabas continuamente que no fuera tan auténtica como la de las mañanas de domingo. Nunca entendiste el por qué. Pero si tan sólo una vez hubieras visto tu rostro todas y cada una de las veces que bajé esas interminables escaleras que me llevaban a tu boca, si hubieras visto tus ojos tan sólo un segundo , si hubieras sentido lo que yo sentí. Entonces, comprenderías por qué hoy, aunque ya no estás, lo sigo haciendo. Y es que, tan sólo busco tu mirada en algún rostro inocente que me observe bajar cualquier escalera. Aunque no sea interminable, aunque no lleve a tu boca. Que no lleve a ningún sitio, pero que tenga tus ojos y tu cara, que me mire como si fuera una supernova, una explosión en el cielo, un auténtico Big Bang, aunque luego rechistes, aunque luego me ames, aunque luego no existas.
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