Ella estaba desnuda ante mí,
pero no estaba desnuda como
quien se quita la ropa,
su desnudez era total
podía ver sus miedos
sus angustias
sus tristezas
su oscuridad difusa y atrayente,
sus monstruos melancólicos
podía verla completamente
sin importar nada más,
aquel privilegio estaba guardado
para aquella persona que supiera llegarle al corazón
en un instante y supiera adueñarse de él,
hasta llegar a ser parte
de sus latidos…
(Néstor Augusto Esquivel Donato)
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