A veces se pregunta qué es el amor, lo sé.
Y entonces... entonces me mira. Me mira, y descubre en mí alguna alegoría que justifique todo aquello en lo que creo, aquello en lo que desamparo íntegra mi fe.
Amor, me dice. Amor... Le digo.
Sonríe. Sonríe y me mira,
y es justo ahí cuando descubro que vuelve a creer, que puede creer.
Entonces vuelve a casa, de donde quizá nunca le tuve que haber sacado y lo entrega,
entrega todo aquello que estuvo gestando con su mirada al encandilarse con un recuerdo provocado por un repaso indulgente a una solitaria figura.
Lo sé, sé que se lo pregunta a diario. Sé que duda si existe. Sé que cuando lo piensa, la duda torna positiva y eso me hace ser feliz.
El simple hecho de que creas que existe, simplemente eso, hace que la espera... Mereciera la pena.
Las margaritas amarillas que adornan las ruedas de mi bici se han vuelto grises, alguna hoja es negra ya quizá. Sin embargo las margaritas rosas siguen tan rosas como el primer día, parece que me sonríen a veces. Las margaritas amarillas se han vuelto tristes, se han vuelto aburridas. El rodar de la vida las ha empapado de un sudor que empaña su mirada hasta alcanzar un color mezquino, aunque agradable para alguien tal vez. Las margaritas amarillas que adornan el vaivén de mis ruedas ya no sonríen más. Les pudo la avaricia, la envidia a las rosas quizá. Siempre estuvieron un poco más arriba, casi rozando neumáticos, decían que así podrían sentir el viento mucho más. Las rosas, sin embargo, más cautas, prefirieron el abrigo de una cadena, el constante movimiento sin cambios de un eje central, ellas prefirieron resguardarse un poco más adentro y aún están rosas como el primer día. Aunque una de ellas me confesó un día que enmustecía de aburrimiento, qué maldad para el alma! Pero espera... para mí, la mejor fue aquella que voló, se puso al borde del manillar y acompañaba al juego de mis dedos al mover cada pistón, sentía cada curva, cada movimiento, el furor de un cambio de marcha sin sufrir cada salto. Aquella se marchó. La última vez que la vi, era rosa y aún sonreía sin cesar. Seguro que ahora adora el viento a lomos del cabello de una niña que no cesa de jugar. Sin duda... Esa era mi margarita favorita.
Me preocupa. Me preocupa enormemente porque habitualmente lo que merece la pena se ha de luchar, cuesta trabajo conseguir. Sudor, lágrimas... Inseguridades. Ir, venir... Conseguir. Lo que resulta después para siempre, rara vez encaja como la pieza del puzzle que andabas buscando. Por eso me preocupa enormemente. Me preocupa porque a veces el deseo nos ciega, me preocupa porque a veces el haber errado en un momento determinado de tu vida o la sensación de haber caminado en otra dirección hace que estés cansado, hace que tengas más prisa de la que deberías... y eso sólo te conduce a un destino equivocado. Es posible que tengas suerte. Ojalá la tengas... Ojalá haya alguien que desde el cielo te esté guiñando un ojo y regalando aquello que todo el mundo anhela... pero me preocupa, me preocupa enormemente porque en la realidad... rara vez las cosas suceden así. Aquí abajo, en este mundo insano... tropiezas con la persona equivocada y resulta que te das cuenta que era la pieza que faltaba para completar el puzzle, tropiezas con la persona equivocada y se acaba convirtiendo en lo único bueno que has hecho en toda tu vida, tropiezas con la persona equivocada y te convences una y otra vez de que no es él quien debe ser y lo intentas, hasta que te das cuenta, de que lo único que encaja es aquello que pensaste que nunca iba a encajar, porque nunca lo sabes... porque lo esencial es invisible a los ojos, porque somos humanos, porque somos errantes, imperfectos, porque sabemos amar.
En la realidad, mi amor... hay dudas, hay tropiezos, hay intentos... Y me preocupa enormemente que te hayas olvidado de eso.
Recojo una carta que no es a mi nombre. Me paro a pensar. Dudo. ¿A qué casa estará llegando aún mi correo postal? ¿En cuál de todas ellas recibirán mis facturas del banco? ¿En cuál el catálogo del mes pasado? ¿A cuál de todas ellas mandarán mis cartas de amor? Quizá sea por eso que ya no recibo ninguna, quizá sea por eso... sí, por eso será, porque no hay un sitio donde enviar. Espero que todo cambie, espero seguir despertando a las cigüeñas cada mañana, espero que tal vez este sea un sitio donde yo me pueda quedar...
Estoy pensando en coser unas cortinas, un par de cojines coseré quizá... Compraré un poco de pintura y enrojeceré las paredes con un sabor a corazón tal vez, seguiré saludando a mi vecino cada tarde y subiré a tender mientras toda la Ribera me saluda con pasión. Ojalá sea así. Ojalá no me tuviera que ir. Pero antes tan si quiera de haberme instalado ya de nuevo he de partir.
A veces una mujer encuentra los restos de un barco hecho pedazos y decide hacer con ellos un hombre sano. En ocasiones lo consigue. Otras veces una mujer conoce a un hombre sano y decide hacerlo pedazos. Siempre lo consigue.
No sabré desatarme los zapatos y dejar que la ciudad me muerda los pies, no me emborracharé bajo los puentes, no cometeré faltas de estilo.
Acepto este destino de camisas planchadas, llego a tiempo a los cines, cedo mi asiento a las señoras. El largo desarreglo de los sentidos me va mal, opto por el dentífrico y las toallas. Me vacuno. Mira qué pobre amante, incapaz de meterse en una fuente para traerte un pescadito rojo bajo la rabia de gendarmes y niñeras.
Te entregaría una rosa por cada beso que no te he dado. Te entregaría una rosa por cada momento que me he llevado. Te entregaría una rosa, una rosa porque la rosa florece en primavera, porque ella se hubiera llamado Flor, porque el amor es un fugitivo, un tremendo idiota que se pierde en el camino, el amor es aquello que no encuentro, el amor es aquello que no quiero. Te entregaría una rosa, porque el amor ya se acabó. Te entregaría una rosa por todo aquello que no hemos dicho, te entregaría una rosa por todo aquello que dije de más, te entregaría una rosa por cada espera, por cada verso, por cada momento... Te entregaría todo ese millón de rosas y me iría sin más, porque el amor llegó una noche y se fue una mañana, aquella mañana...el amor se tiró por mi ventana. Porque el amor es un auténtico imbécil que se confunde fácilmente con la comodidad, con el confort, con la confianza, el amor es un tremendo idiota que se confunde con un sentimiento equivocado de la familia que nunca podrás formar sin él, porque el amor... es el espejismo de aquella madre que nunca encontrarás como prometida, el amor... es aquello que se deja de lado porque la razón lo exige, el amor, es aquél idiota al que todos pegaban en la puerta del colegio por decir cosas absurdas, por sentir cosas sin sentido... Y se le rompieron aquél día las gafas al amor y ya nadie las pudo arreglar, y el amor va como loco y totalmente ciego pensando que así algo puede encontrar, porque al amor un día le contaron... "que lo esencial es invisible a los ojos", y él como un tonto jamás lo pudo olvidar.
miércoles, 1 de mayo de 2013
Dí que todo esto tan sólo es un vendaval y me haré cometa...
Te quiero en silencio.
Te quiero por siempre.
Sé que para siempre en silencio por miedo a perderte.
No es ético, ni moral, tan si quiera es lógico, pero quién lo pudiera evitar.
Le quise, te juro por mi vida que le quise, le amé como tan sólo en los libros se ha de amar... Pero un día, en medio del desgarro de un corazón solitario tropecé con tu sonrisa y no la pude olvidar. ¿Cómo hacer? ¿Qué decir? Caminé sin tan si quiera mirar. Caminé tratando de evitar... Y aún así, ella, la vida, (que es muy zorra) a ti me quiso llevar. A tan sólo unos pasos de tu intacta ilusión, a tan sólo unos celos de una sonrisa que hace que quiera curarte el corazón. Fiel amante prohibido, néctar de una pasión cohibida, fruto del árbol del pecado hasta el día en que muerdas y hagas tuyo de tan sólo un bocado mi pequeño corazón que desde el día en que te vio, a ti, fiel amigo, se ha entregado...